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O yo me engordo o es la ropa la que encoge.
Pensaré que es la ropa que encoge, así no me deprimiré.
Hay que ver, que echo un pantalón a lavar y luego no me lo puedo abrochar, que cosa más triste.
Y además creo que lo lavé en frío, es que no hay ninguna disculpa.
Es la ropa que es mala y me hace sufrir.
Ayer me atacó un ordenador, exactamente un Packard Bell, esa gran marca de computadores que sabes que van a romperse nada más mirarlos.
Total que lo cogí para dejarlo en una mesa y a la chapa le dio por rajarme el brazo a la alegre cantinela de "Mmm... chicha rica".
Y nada, que me hirió el desgraciado de él.
Menos mal que luego todo se soluciona con un par de pataditas.
Sigo sin saber si haré el monólogo o no, es que por lo visto de momento no ha salido el concurso, así que si no sale pues no se hará.
Obviamente.
Estoy de un vago subido que da pena, pero verdadera pena.


-¡Os voy a matar!, ¡os juro por mi honor que cuando os atrape pediréis al Altísimo que os recoja en su seno cuanto antes!.
-Siento decepcionaros, pero creo que vuestro honor ha quedado relegado a un noble recuerdo.- susurró el joven haciendo una graciosa reverencia.
Primer disparo.
Esquivando la traicionera y vil posta de hierro y pólvora, el muchacho se deslizó entre las tejas que conformaban la techumbre y corrió hacia la libertad.
Segundo disparo.
Saltando hacia la frágil cornisa del edificio de enfrente, el joven se giró y sonrió ampliamente.
-Hasta siempre, Ilaria, mi amor.- comentó apoyando su mano sobre las contraventanas de madera.
Tercer disparo.
Primer crujido.
Inclinando la cabeza hacia abajo, el muchacho comprobó como se resquebrajaba dicho alféizar, algo realmente desconsiderado por parte de tal arquitectura y trató de penetrar en la casa.
Segundo crujido.
Contraventanas cerradas.
Primer impacto.
Notando como el adobe cedía bajo sus pies, el muchacho cerró sus ojos.
Un toldo, dos toldos, realmente tres toldos, dos jaulas de pájaros, cuatro sábanas, un tendedor de madera y una mesa de taberna después, el muchacho se irguió y se acarició dolorido, su espalda.
-Habéis estropeado mi vino…
El propietario de la voz, un ser situado entre neolítico y mesolítico, se levantó y se acarició su puño.
De un rápido gesto, el joven tomó una jarra del mismo preciado líquido de la mesa de al lado y otorgándosela al discutible ser humano, le dio una palmadita sobre su hombro y salió cojeando del lugar.
Tercer disparo.
Alaridos.
-¡No os habéis matado!, gracias a Dios seguís vivo para que pueda acabar con vos.
-No se cansa…- musitó el joven saltando tras un carruaje.
El carruaje comenzó a moverse, el muchacho maldijo y echó a correr hacia la calle más próxima.
Una plaza, desembocaba en una gran plaza.
Sollozando ligeramente, el joven se giró y dio de bruces con una mujer.
-Vos me vais a ayudar.- dijo estrechándola contra sí y besándola profundamente en los labios.
El primer ser humano discutible cruzó la bulliciosa plaza, posteriormente el segundo le imitó con unas intenciones ciertamente dañinas para el primero y por último nuestro amigo, aquel que portaba tamaño arcabuz.
Deslizándose hacia un callejón, el joven se separó de la mujer y tomó aire.
-Gracias por ayudarme a escapar, os juro que no tenía nada que ver con ellos. Todo ha sido un malentendido.
La joven no respondió.
-Por cierto, ¿a quién he tenido el honor de besar?.
Enarcando sus cejas, la mujer cruzó los brazos sobre su pecho.
-Capitán Della Quercia, primer oficial, segundo regimiento.
Entonces la miró.
Cabello recogido, apenas maquillada, una larga capa azul oscura de terciopelo sobre sus hombros, una fina sobreveste por encima de su jubón con una gran cruz griega plateada sobre su pecho y unas altas botas de doble vuelta enfundando sus largas piernas cubiertas por unas calzas negras. A su costado, un sable de elaborada manufactura.
Entonces se miró.
Mismo calzado, similares pantalones, camisa bajo la sobreveste que curiosamente también portaba una simple cruz de brazos de igual longitud y capa sobre su antebrazo derecho.
Junto a su cinto y su espada.
-Debo suponer que me espera mi arresto, ¿no es así?.
La joven asintió levemente con la cabeza.
-Suponéis bien.
-A menos que incurra en desertar…
-Con lo que no será el calabozo lo que os espere.
El joven tomó aire.
-Ninguna de las posiciones a las que puedo atenerme me salvarían de tal fatal error.
-Creo que no.
-Entonces os veré en la entrada de los calabozos.- concluyó el muchacho besando rápida y por segunda vez sus labios y saltando el muro que clausuraba el callejón.

Semejante tontería la escribí hace mucho tiempo, cuando estaba estudiando Renacimiento y me imaginé cosas, yo creo que esto es de psiquiátrico. En fin, que tengo demasiado sueño y no se me ocurren paranoias, creo que debería mimir más.

Nota: Mmm... debería escribir la vida cotidiana de Wondermaña y dejarme de chorradas sin fundamento. Ais.


ERA LINO, LINO Y NO VAQUEROS, DIOS MIO...
Me va a dar algo, ahora me da el estrés con ésto, estoy más ansiosa que mimosín en una tienda de toallas.
Ais que mal...
Jo, es que eso que me pides de Wondermaña puede ser demasiado tenebroso. Además tengo que pensarme si es más como Supermán, o más tirando a Batman, o estilo X-Men de los que se descubren el gen mutante. Ya está, iba al colegio Cardenal Xavierre... eh... que buena.

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